Vivimos
en la era de la imagen y el cuerpo. Pase lo que pase, hay que estar “perfectas”
para demostrar que somos “perfectas”. Vivimos sometidas a una constante moda
social que nos dicta como debemos ser, maltratando nuestros cuerpos y lo que es
peor, a nosotras mismas.
Distorsionamos la realidad y magnificamos nuestros
defectos. Deseamos convertirnos en una ilusión y olvidamos, que somos las únicas
responsables de su creación.
Aterriza.
Observa el mundo real y acepta, que es imposible mantenerse eternamente jóvenes,
delgadas y sin arrugas… ¡Porque el cuerpo afortunadamente cambia! Nuestras
virtudes se transforman del mismo modo que nuestros estudiados defectos y
debemos aceptarlos. Cuidarlos.
Y
cuando hablo de cuidarse es cuidarse de verdad. Es decir, respetando ritmos y
valorando cualidades, perdonando errores, escuchando a nuestro cuerpo cuando
quiere algo y al corazón cuando dice “¡basta!”, afirmando que tu cuerpo no lo
es todo y que la belleza no se puede medir en centímetros, dejando de esperar
opiniones y descubriéndote por ti misma.
No
se trata de que te gustes por entero, habrá cosas que aprecies y otras que no,
pero acepta que esa eres tú también. No es cuestión de resignación, sino de
aceptación consciente y no, no te estoy diciendo que abandones totalmente tu
cuerpo, es el único que tienes y debes mimarlo. Manténlo fuerte y sano, come
bien, haz ejercicio, presume de él y coquetea. Nunca dejes de luchar por él. Encájalo
con realidad y podrás acceder a tu mejor versión, porque ya eres ¨perfecta¨,
pero siempre se puede ser un poco mejor.
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