lunes, 30 de noviembre de 2015


   Vivimos en la era de la imagen y el cuerpo. Pase lo que pase, hay que estar “perfectas” para demostrar que somos “perfectas”. Vivimos sometidas a una constante moda social que nos dicta como debemos ser, maltratando nuestros cuerpos y lo que es peor, a nosotras mismas.
Distorsionamos la realidad y magnificamos nuestros defectos. Deseamos convertirnos en una ilusión y olvidamos, que somos las únicas responsables de su creación. 
   Aterriza. Observa el mundo real y acepta, que es imposible mantenerse eternamente jóvenes, delgadas y sin arrugas… ¡Porque el cuerpo afortunadamente cambia! Nuestras virtudes se transforman del mismo modo que nuestros estudiados defectos y debemos aceptarlos. Cuidarlos.
Y cuando hablo de cuidarse es cuidarse de verdad. Es decir, respetando ritmos y valorando cualidades, perdonando errores, escuchando a nuestro cuerpo cuando quiere algo y al corazón cuando dice “¡basta!”, afirmando que tu cuerpo no lo es todo y que la belleza no se puede medir en centímetros, dejando de esperar opiniones y descubriéndote por ti misma. 
    No se trata de que te gustes por entero, habrá cosas que aprecies y otras que no, pero acepta que esa eres tú también. No es cuestión de resignación, sino de aceptación consciente y no, no te estoy diciendo que abandones totalmente tu cuerpo, es el único que tienes y debes mimarlo. Manténlo fuerte y sano, come bien, haz ejercicio, presume de él y coquetea. Nunca dejes de luchar por él. Encájalo con realidad y podrás acceder a tu mejor versión, porque ya eres ¨perfecta¨, pero siempre se puede ser un poco mejor.

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